Realmente era sorprendente que a sus 95 años, cuando no conocía a sus propios hijos, cuando las tareas individuales más básicas, necesitaban ser realizadas por cuantos le visitaban, era sorprendente pues, que se despertase sobresaltado en el silencio de la noche, esbozando palabras que en un principio nos resultaron incoherentes.
Tiempo atrás, tras una ardua labor investigadora que emprendimos todos los hermanos, conseguimos enlazar las palabras sueltas que nuestro padre venía soltando de forma inconexa, aleatoriamente, todas sus expresiones se podían encuadrar en la época más negra de nuestro país, en plena Guerra Civil, aquella en la cual nuestro padre combatió, derramó su sangre republicana, por defender aquellas ideas en las que él siempre había creído, él jamás habló de aquella historia.
No hace más de un par de semanas, apareció Antonio, con sobrealiento, subiendo los peldaños de las angostas escaleras que unían las dos plantas de la casa de mi padre, entre sus manos llevaba una carpeta, la cual estaba cubierta del espeso polvo que deja el paso del tiempo, todos preguntamos de donde había salido, nuestra sorpresa vino cuando su boca se movió, como independiente, con vida propia, y esbozó una frase que jamás olvidaré, de la Bandera, del terreno de padre, estaba enterrada donde antiguamente estaba la caseta.
Intentó por tres veces abrir la carpeta, sus manos temblorosas, amoratadas por el frío y llenas de tierra y heridas ocasionadas al sacar la carpeta de su escondite, impedían llevar a cabo la faena, por fin consiguió abrirla, dentro surgieron un montón de papeles y fotos.
Fotos antiguas, en blanco y negro, en todas ellas aparecía nuestro padre con un hombre alto, moreno y bien parecido, ninguno lo conocíamos, jamás habíamos oído hablar de él, nunca vimos una foto suya en nuestra casa, lo sorprendente vino a continuación, Antonio todavía tembloroso había cogido un papel en el que se podía leer el siguiente bando.
“Hoy 20 de noviembre de 1.936, se proclama la orden de busca y captura para los hermanos Pedro y Luis Arregui, acusados de los delitos de rojos y masones, que ponen en peligro la estabilidad de este pueblo, que goza de la libertad proporcionada por el alzamiento nacional del 18 de julio de 1.936”
Teníamos un tío, pero… que había sido de él, donde se había metido todos esos años…
Nuestra hermana comenzó a llamarnos urgentemente, acercaos, acercaos todos, mirad esto… señalaba nerviosa a nuestro padre, tras varios días sin decir nada, sin una muestra de afecto hacía nosotros, nuestro padre estaba derramando sus lágrimas… Luisa, nuestra hermana, se quedó mirando hacía nosotros y nos confirmó que había comenzado a llorar cuando Antonio nombró a nuestro recién descubierto tío… pero que había sido de él, donde estaba, que era esa carpeta que nuestro padre había escondido.
Enseguida me separé de la cama, me tiré al suelo buscando más entre los papeles y fotografías que Antonio dejó caer, esparciéndose por toda la habitación, había más cosas, recortes de periódico, esquelas, un sobre lacrado…
Comencé a leer los recortes de los periódicos de la época, estos constituían un relato sobre lo acontecido en nuestra familia en la época de guerra, titulares como “El concejal rebelde continúa desaparecido”, “Detienen a Luis Arregui en los montes navarros”, pero sobre todos los recortes había uno que se me clavó directamente en el corazón, que hizo que mi pecho redujese su tamaño hasta límites insospechados, me faltaba el aire, pero aún así conseguí sacar fuerzas de donde pensé que no las había, y leí en alto, ante el asombro de mis hermanos…
“Hoy, cuatro de noviembre de 1942, se ha condenado a Luis Arregui a muerte en pelotón de fusilamiento, al alba del día cinco recibirá su castigo.” Cómo pudo ser, porque, porque pregunté en alto, chillando, mis hermanos se asustaron, y de fondo se oyó una voz que decía claramente, por socialista y por sindicalista. Todos giramos la cabeza rápidamente hacía nuestro padre, el cual había tenido un segundo de lucidez, un segundo en el que había tenido tiempo de dejar claro los motivos de una injusticia cometida hacía 65 años. Seguido volvió a caer en su sueño.
Entonces abracé a mis hermanos, y entre sollozos dije a Antonio que había descubierto la memoria de nuestro padre, aquella que el alzheimer había arrebatado 10 años atrás.
Hoy, junto a nuestro padre, los tres hermanos juramos que no descansaremos hasta que encontremos el cuerpo del tío Luis, y padre y el tío reposen juntos, como nunca debieron dejar de estar.
Jorge Aguirre Oviedo